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jueves, 20 de junio de 2013

Semana de la Ciencia III: Tesla vs. Edison. Nuevo Método para el Control de la Población Reclusa


Sniff Sniff. ¿A qué huele? ¿Alguien ha quemado algo?

    La silla eléctrica había fallado esta vez. Willie Francis gritaba “¡Quítenmelo, quítenmelo! ¡Déjenme respirar! ¡No me estoy muriendo!”.

     Como tantas veces después, la silla eléctrica, método de ejecución que fue adoptado por muchos estados, no había sido bien instalada. En algunos casos, las cabezas de las víctimas ardieron o el transformador se quemaba y el ejecutado permanecía gritando de dolor en el suelo hasta que lo “arreglaban”. Este sistema fue elegido por ser un método “más humano” que la horca, las crucifixiones, etc., pero, ¿lo era realmente? Nadie puede decirlo. Dos electrodos, uno en la cabeza y otro en la pierna, transmitían al condenado dos choques eléctricos que duraban varios minutos; al principio con mayor voltaje, pretendiendo causar la inconsciencia, y reduciéndolo después con el fin de evitar que se quemase.

   
    ¿Quién creó la silla eléctrica? ¿Por qué? Pues resulta que, la silla eléctrica, fue inventada por Harold P. Brown, un empleado de Edison a quien este contrató para investigar la corriente alterna y construir algo que disuadiera a la población de su consumo, de manera que el mercado eléctrico siguiera siendo su monopolio.
   
    La competencia la suponía una nueva compañía eléctrica, la Westinghouse Electric and Manufacturing, cuyo propietario era George Westinghouse, novato en el negocio, por lo que basó su empresa en los trabajos y patentes de Nikola Tesla. Estos apostaban por la corriente alterna, que podría transportarla a largas distancias debido a que, a diferencia de con la corriente continua, con esta no se producían pérdidas de energía por culpa del calor. En la corriente alterna podía modificarse con un transformador de corriente, aumentando el voltaje y disminuyendo la intensidad (ya que P = VI, siendo P la potencia, I la intensidad y V el voltaje y la alta intensidad la que produce las pérdidas). En cambio, Thomas Edison defendía la corriente continua, por lo que vio amenazado su sistema. Esta rivalidad, que provenía de los tiempos en que Tesla trabajaba para Edison, se conoció como “Guerra de las Corrientes”.

    Añadiendo a esto último el hecho de que el congreso estadounidense había creado un comité para elegir un nuevo método de ejecución, Edison vio una gran oportunidad para convencer a la población del peligro de la corriente alterna y a los congresistas de que era mucho más útil para controlar la población reclusa. Para demostrarlo, Harold mató a varios perros y gatos, incluyendo a un elefante de circo, frente a la prensa.










Fue la enemistad entre dos grandes genios, Edison con sus más de mil patentes y Tesla, a veces considerado científico loco, quien aportó tanto a la ciencia, la causante de la invención de tan monstruoso aparato.

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