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martes, 30 de abril de 2013

En un país multicolor

Resulta curioso la relación que los gobiernos en los que ha participado Mariano Rajoy tienen con las mareas, será por su ascendencia gallega. Cuando aun no era más que un ministro se las tuvo que ver con la marea negra del Prestige y sus famosos "hilos de plastilina". Aquello supuso también para el gobierno del PP, comandado por D. José María Aznar, la primera marea social contra Mariano Rajoy y la gestión de un accidente que había manchado con el famosos chapapote gran parte del litoral de la Costa da Morte.
Pero de eso hace ya muchos años, y los restos de aquella marea se fueron diluyendo en la vasta inmesidad del padre océano y en la mala memoria de Cronos, el llamado Dios del tiempo, que parece estar aquejado de alzheimer. Sin embargo, desde hace algo más de un año, Mariano Rajoy, capitan de la nave España, y su tripulación, han conseguido marear a gran parte de la sociedad española a fuerza de seguir el rumbo económico dictado por alemania, comandante en jefe de la flota europea. Añadido todo ello al oleaje de indignación sufrido por la población española al ver que el buque zozobraba. Las políticas del gobierno del PP han fabricado sus propios Prestiges aunque esta vez de diferentes colores, que el negro, aunque viste mucho, también está asociado a luto, a la muerte, y ya saben lo que dice el refrán "a mal tiempo buena cara".
El arcoiris que componen estas manifestaciones recorre toda la gama cromática. Así tenemos mareas verdes, para defender la educación pública,  amarillas, en defensa del sistema público de bibliotecas, blancas, que tratan de mantener viva la sanidad pública, azules, que lucha por una gestión pública del agua, naranjas, contra la desmantelación de los servicios sociales públicos, rojas, que reclama soluciones efectivas al problema del desempleo pero defendiendo los servicios públicos de empleo y violetas, que combate contra los recortes en políticas públicas de igualdad.
Manifestaciones se han producido casi en cualquier punto de la geografía española pero ha sido en Madrid donde éstas han sido más multitudinarias, algo lógico si tenemos en cuenta que es la ciudad más poblada del país y que es allí donde se encuentran las máximas autoridades del estado y los que dicen son los espacios de representación del pueblo. Sin embargo, desde Madrid, con la delegada del gobierno Cifuentes a la cabeza, se ha montado un dispositivo de desprestigio hacia la legítima manifestación ciudadana, tachando a quien lo hacia de intentar destruir la estructura del estado. Eliminando a quien se hacía eco de las opiniones de personas que no estaban de acuerdo con el ideario del partido popular. Victimas de esta caza de brujas fue la radiotelevisión pública española, que había alcanzado las cuotas más altas de audiencia de su historia moderna y que gozaba de prestigio internacional gracias a su pluralidad. Con la crisis de deuda de verano de 2012 se acabó con las voces más beligerantes con la acción del gobierno, unas voces que atacaban al gobierno desde la retaguardia, RTVE. La guerra dejó importantes cadáveres periodísticos como Juan Ramón Lucas, Ana Pastor o Javier Gallego, tachados de sensacionalistas y populistas.
Lejos de amilanar a los manifestantes con la presencia de las fuerzas de seguridad del estado en cada acto público, las mareas, el movimiento 15M, la Plataforma Antideshaucios o el Democracia Real Ya, coordinados a través de las redes sociales, parecen haber crecido y enraizado profundamente en el imaginario popular, que los ve, en muchos casos, como el único recurso que le queda para conservar algo de lo que se en su día se consideró el estado del bienestar. El derecho a manifestarse libremente es eso, un derecho, y como tal debemos ejercerlo, pero sin olvidarnos de nuestros deberes como ciudadanos.

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